dejar huella

Es evidente que lo construido marca el lugar, lo acota y define, por lo que su rastro es plausible y permanente en el tiempo, la masa de lo edificado puede ser incluso palpada. No es una huella, no es el vestigio que alguien o algo ha dejado allí, sino la presencia duradera de lo construido. Pero además la arquitectura también deja huellas allí por donde pasa, al igual que lo hace el pie al caminar por el territorio. Una huella anuncia, da pistas de la ausencia de una presencia, y esa presencia ausente es el vacío.

Al entrar en la Piazza de Jacopo Della Quercia de Siena el visitante atento tendrá una sensación extraña, contradictoria. Llamativamente a pesar de encontrarse en un exterior, ciertos detalles y rastros le indicarán la existencia de un antiguo interior. Como si el espacio urbano se hubiese vuelto reversible y se le hubiese dado la vuelta como un calcetín. En el suelo de la plaza permanecen en piedra blanca los arranques cruciformes de unos pilares. Las fachadas de las edificaciones que conforman la plaza han absorbido columnas y arcos que parecen los vestigios de una gran construcción que no encaja con la escala actual de lo allí erigido. Ese vacío urbano es el legado de una arquitectura fallida, de la ampliación interrumpida de la catedral de Siena, debido a la peste negra que paralizó la ciudad en 1348. La nave actual iba a convertirse en el crucero de un templo tres veces mayor, en la que la Piazza de Jacopo Della Quercia sería la futura nave central.

Las huellas están ahí para quien quiera verlas, al igual que lo están en la plaza del Seagram Building en el 375 de Park Avenue. Mies van der Rohe retranqueó la torre, dando una lección y una oportunidad al urbanismo de New York. A cambio de incentivos para los promotores en la zonificación urbana, se creó esta plaza que construye un espacio público en propiedad privada.

Allí están los trazos de esta decisión, incrustadas en la acera unas placas de bronce delinean los límites de la propiedad. Son las huellas de un vacío proyectado por Mies, son las pistas para aquellos que quieran seguir el rastro de la arquitectura.

NOMU _ iñigo garcía odiaga _ publicado originalmente VAUMM 19.01.2016

planta-3

parar el tiempo

Muchos son los edificios a lo largo de la historia cuyo destino final ha sido el de servir de cantera. Canteras de bloques ya tallados que se empleaban en la construcción de obras cercanas, en una suerte de canibalismo arquitectónico. Si se prefiere, por suavizar el término y volverlo más contemporáneo, este proceso se podría calificar de reciclaje, ya que al fin y al cabo, este proceso podría identificarse como la obtención de una materia prima a partir de la reutilización de desechos con el fin de ahorrar energía. Por contra este mecanismo de reutilización se parece más a una transfusión, ya que no se puede ignorar que el alma, la esencia o la memoria del edificio original contaminará la futura obra, provocando un efecto similar al de los hermanos de sangre.

Este es el caso del Coliseo romano, cuyo lado sur se convirtió en lugar de extracción de sillares durante la Edad Media de forma que sus piedras aún palpitan en otros edificios de la capital italiana, alargando su tiempo, multiplicando la vida útil de esa materia pétrea.

Esta sangría material supuso graves daños en el edificio por lo que se tuvieron que cometer obras de contención estructural en los dos extremos del anillo exterior. En 1828 Giuseppe Valadier se encarga de consolidar uno de los extremos de ese anillo exterior para poder así contener los empujes laterales. Su intervención reconstruye en ladrillo y mármol blanco, para las zonas labradas, algunas arcadas en cada planta, a las que añade después un contrafuerte en cada nivel.

Se separa del original por el uso de un material diferente, pero reproduce su trama compositiva, a la que añade dramatismo con algunos arcos o piezas incompletas, que dejan ver los enjarjes del ladrillo, simulando que allí, al otro lado de esas juntas, faltan arcos similares hasta completar todo el exterior. Podría afirmarse que es una intervención arquitectónica que no resuelve únicamente el problema estructural sino que pretende añadir contenido dando una explicación sobre el monumento en su totalidad.

En cambio, años antes, concretamente en 1807, el arquitecto Rafael Stern, se había enfrentado con el otro extremo de esa pared inestable del Coliseo que amenazaba ruina. Su misión, exactamente la misma que en el caso anterior, era la de contener el deterioro dando estabilidad estructural a ese borde de la ruina. Un gran contrafuerte, también de ladrillo, que recorre la totalidad de la vertical en un único gesto fue la solución empleada. Un único resalte, a la altura de la cornisa del segundo nivel, expresa el cambio de espesor de la pieza para adecuarse al grosor de los muros existentes. Es un gesto rotundo, seco, mudo, que a primera vista, únicamente es entendible desde la funcionalidad estrictamente estructural. Podría incluso calificarse como una actitud ingenieril.

Pero una segunda mirada más detenida, otorga otro tipo de información. Los dos arcos contiguos, muy deteriorados y con bloques muy movidos, incluso a punto de desmoronarse, han sido tapiados. Mediante esta acción su estado de deterioro ha sido congelado, no han sido recolocados en una situación teórica propia de la disciplina. Stern detiene el tiempo del coliseo justo en ese momento, conservando el dramatismo de la situación del edificio.

Son precisamente esta congelación y el radical minimalismo linguístico de su propuesta, las armas que su proyecto utiliza para distanciarse del tiempo del edificio romano, cediéndole todo el protagonismo que le corresponde.

Se hace difícil pensar que la obra de Stern, con veinte años más que la construida por Valadier, pueda resultar más contemporánea, pero es que parar el tiempo es un logro que muy pocos proyectos alcanzan, entrando con ello en un lenguaje atemporal que los mantiene vivos a lo largo del tiempo.

NOMU _ iñigo garcía odiaga _ publicado originalmente VEREDES 14.01.2013

Ensamblar

Ensamblar es por definición la acción de unir piezas o partes, e implica la irrenunciable aparición de una junta. Con frecuencia es la expresividad de la junta la que hace legible y comprensible la arquitectura, pues es allí donde han quedado registrados los datos en los que se fundamenta la construcción.

Para el ojo del constructor experimentado es en la junta donde se entiende el carácter de cada pieza y la relación entre las partes. Es allí donde éstas se complementan, subordinan o incluso se oponen, porque en realidad hay juntas para todos los gustos.

Antes los edificios se construían; se formaba una pieza, una masa única. Hoy a menudo se ensamblan. Frente a trabajar y terminar los materiales in situ, la arquitectura del montaje implica la necesidad de componentes preformados en taller que en obra son colocados y ajustados, pero con nula transformación de la pieza en el lugar.

Este sistema constructivo, genera por tanto un mundo de juntas, un mapa que muestra a base de pequeñas cicatrices cómo las piezas se unen conformando poco a poco un todo que resuelve la arquitectura. Pero juntas las hay de muchos tipos, soldadas como las de un barco que no deben tener ni un poro para ser así impermeables, o las hay como las de Carlo Scarpa, que son juntas de separación y no de unión. Las diferentes fases de construcción quedan expuestas mediante cortes. Las escaleras nuevas flotan por encima de los viejos suelos, mostrando que no pertenecen a aquel mundo anterior y que en cualquier momento pueden ser retiradas sin alterar el original.

Los pasamanos de las barandillas se acercan sin tocarse, separados por exquisitas piezas metálicas, narrando en cada junta el proceso de la construcción. Y es que para Carlo Scarpa la junta es un adorno arquitectónico en el que reconocer el proceso que se ha seguido para ensamblar la arquitectura.

NOMU _ iñigo garcía odiaga _ publicado originalmente VAUMM 13.01.2016

la forma deformada

En un primer vistazo algo no encaja, pero por contra, el conjunto irradia un magnetismo atrayente.

Jean Prouvé construyó junto a Charlotte Perriand este prototipo para el Salón de Artes Domésticas frente al Grand Palais de París. Tiempo después fue desmantelado, pero aún se conservan algunas imágenes y esquemas.
Diseñada para trabajadores del petróleo radicados en el Sahara. La Maison Saharienne de 1938, podría resumirse como una gran cubierta, que cubría dos cabinas, una para dormir y otra para vivir.

La cubierta parasol parece apoyarse en unos leves pilares, pero son demasiado livianos para soportar compresión alguna, ademas de presentarse en ángulos, que desde luego no parecen responder a la gravedad. Eso es lo que no encaja.

La lámina de la cubierta parece describir una curva aleatoria, banal, pero lo cierto es que describe su propia deformada. Apoyada únicamente en las vigas centrales, la cubierta se flecha hasta alcanzar el equilibrio que su propia deformación establece, así que Prouvé introduce esos pilarillos laterales a modo de estabilizadores, de tensores o fijaciones, que con el mínimo esfuerzo posible se oponen al viento, que quiere sacar la lámina de la cubierta de su monótona estabilidad.

Al fin y al cabo, Prouvé y Perriand únicamente reinterpretaron el lenguaje oculto de la forma de las jaimas tradicionales del Sahara.

NOMU _ iñigo garcía odiaga _ publicado originalmente VAUMM 23.02.2015

urbanismo lento

La construcción de la ciudad fue históricamente un proceso pausado y basado en el apilamiento de estratos. Sobre la ciudad romana surgía la medieval, la árabe o judía después y de forma cronológica todas las formas urbanas características de cada época. A mediados del siglo XX, dio comienzo por contra un urbanismo expansivo, de crecimiento ilimitado. La aparición del vehículo utilitario transformó la escala de nuestras ciudades. La distancia ahora podía ser mayor por que el tiempo usado al moverse en coche era menor. Bajo estas nuevas libertades y la óptica del consumo la ciudad entendió que todo el territorio podía volverse urbano y alimentar de esta manera el crecimiento de la ciudad. Es fácil comprender que frente a un modelo que había entendido durante siglos el crecimiento de la ciudad como un proceso de engrosamiento, de crecimiento del espesor, el modelo defendido los últimos cincuenta años ha consistido en el de una mancha de aceite en imparable expansión.

Sin lugar a dudas este fenómeno urbanístico, que se nos presenta como una espiral sin límite se encuentre en la base de la tan nombrada crisis, por lo que no es gratuito cuestionarse el modelo de crecimiento seguido por nuestras ciudades hasta el día de hoy.  En esta parte del mundo, es decir en una Europa con la población en decrecimiento parece como mínimo dudoso seguir la senda del boom inmobiliario, en la que las ciudades únicamente buscaban crecer y multiplicar su población. El urbanismo estaba basado en el cambio legislativo de grandes áreas de territorio para legalizar en ellas mil, dos mil o tres mil viviendas que a menudo bajo el dibujo totalmente detallado de esa parte de la ciudad se construían en únicamente cinco años. Es sencillo identificar este tipo de operacion con cualquiera de las grandes áreas en construcción de nuestras ciudades. Zorrozaurre en Bilbao, Auditz-Akular en Donostia, Salburua en Gasteiz o Sarriguren en Iruña son ejemplos de este tipo de crecimiento de la ciudad. Tal vez un buen ejemplo de otro modelo de actuación es el desarrollado por el gobierno de la región de Nantes para el desarrollo de la llamada isla de Nantes.

La isla de Nantes es una isla fluvial creada por el río Loira a una distancia de la costa que posibilitaba la navegación de ese tramo de río. La llegada del ferrocarril hasta la ciudad francesa convirtió estos cinco kilómetros de territorio en un área ideal para la ubicación de un imponente desarrollo industrial ligado a las fundiciones de acero.

La perdida de navegabilidad del río unida a la extrema centralidad de esos territorios en la nueva ciudad de Nantes plantearon la necesidad de reintroducir en lo urbano ese espacio ahora en desuso.

Frente a un urbanismo que borrase la huella de la actividad anterior se prefirió reutilizar la antigua trama del desarrollo industrial y reciclar para la ciudad muchas de las antiguas fábricas. Esta idea que podría entenderse como romántica ha obligado en cambio a un replanteamiento profundo de la gestión urbanística de este ámbito. Por un lado la necesidad de reciclar las antiguas estructuras para nuevos usos obligó a conocer al usuario interesado previamente y por lo tanto a construir para un objetivo concreto frente a construir para luego buscar un comprador. Este cambio tan puntual conllevo la ralentización de los procedimientos urbanísticos y lo que en principio pudiera entenderse como un inconveniente se ha demostrado una ventaja. En un proceso que ha supuesto 22 años de pequeños avances, la adaptación del proyecto a nuevas necesidades, a nuevas contingencias, a nuevas iniciativas e incluso a problemas inesperados ha sido mucho mayor que cuando un plan de idénticas necesidades se dibuja y se proyecta en su totalidad desde el primer día.

Cuando la administración francesa decidió ubicar una facultad de arquitectura en Nantes el solar propuesto por la municipalidad se encontraba en la isla. Se pudo buscar una solución idílica ya que el plan no constreñía un suelo concreto para tal uso. El edificio actual realizado por Lacaton y Vassal ha aportado una gran vida a uno de los ámbitos de la isla. Bares, cafeterías, tiendas y residencias de estudiantes han revitalizado el barrio generando un nuevo polo de actividad en la trama de la ciudad. Esta solución podría haberse impostado, obligado pero en la naturalidad de su encaje está parte de su acierto. El mismo efecto produjo la incorporación en el desarrollo de este ámbito de los nuevos juzgados de la ciudad, un magnífico edificio construido por el premio Pritzker Jean Nouvel. La localización de los juzgados en la isla indujo la llegada de múltiples despachos de abogados al área, por lo que se rehabilitaron varios edificios industriales para ubicar estos nuevos equipamientos. Una intervención destacada es precisamente la desarrollada por el colegio de abogados de Nantes que rehabilitó de forma extraordinaria una antiguo hangar para albergar en el la nueva sede colegial cercana a los juzgados. Un edificio que alberga además una guardería para favorecer la integración de la vida familiar y profesional de los juristas de la ciudad. Este urbanismo de cocina lenta, fraguado con el paso del tiempo y con actuaciones puntuales puede servir hoy como modelo de una nueva política en la que la mesura, la lógica el ingenio se premien frente a las leyes del mercado pre-crisis.

NOMU _ iñigo garcía odiaga _ conferencia en EQUICIUDAD 2012

geometrías del lugar

Los lugares, los paisajes, tienen una personalidad, un carácter, un sello que alguna vez se ha definido como un Genius Loci, un espíritu del lugar. Preservar ese carácter e incluso amplificarlo es el objetivo último de cualquier obra artística o arquitectónica que se sale del territorio urbano y que se enfrenta a la naturaleza y el paisaje.

En la película Ran realizada por Akira Kurosawa en 1985, el señor de Ichimonji reúne a sus hijos y amigos en una arquitectura efímera pero rigurosa. Un cuadrado de geometría exacta, construye un recinto cerrado, aislando un espacio de la continuidad de la naturaleza y el paisaje. Una tela tensada entre unos pequeños mástiles, unos cables y unas cuerdas son suficientes para formalizar ese espacio, que en su abstracción se enfrenta al caos natural. Una construcción aún más sencilla que una tienda de campaña sirve como contrapunto al inmenso paisaje. La pureza de su forma abstracta le otorga un cierto grado de monumentalidad, con el que puede operar a la escala del valle y de la montaña, a la escala del paisaje, a escala del territorio.

Una situación que únicamente puede ser comprendida si nos remitimos a la idea de Bricolage definida por Claude Lévi-Strauss. En la que el Bricolage es el método constructivo prehistórico, primitivo, básico, en el que cada uno se vale de aquello, poco o mucho, que tiene a mano, estableciendo así un universo ligado a lo esencial, a la nulidad industrial y que por lo tanto remite a una relación mítica con el entorno. Un método manual valido tanto para el hombre prehistórico como para el actual, pasando por Robinson Crusoe. Un sistema constructivo en equilibrio con el paisaje y el territorio, ya que por su propia rudimentariedad no puede imponerse, únicamente presentarse.

El recinto de Ran es mediante esta condición, primitivo, al igual que lo es una construcción megalítica. Apenas unas pocas piedras señalan un espacio, ya no como naturaleza sino como lugar. Un recinto circular de losas irregulares clavadas en el terreno introducen una geometría abstracta en oposición al paisaje natural. Un círculo perfecto que únicamente la mano human puede trazar en el paisaje. Datan del año 800 a.C. y cautivaron para siempre a Jorge Oteiza cuando los comprendió por primera vez. El Cromlech es el recinto primitivo del hombre del neolítico, que une a través del paisaje el cielo y la tierra. El hombre nómada señalaba lugares específicos para enterrar allí las cenizas de sus difuntos, en puntos destacados que se apoderan de las condiciones del lugar para entender el paisaje. Jorge Oteiza y el arquitecto Luis Vallet recibieron el encargo de construir una capilla en Agiña, un lugar destacado entre las montañas donde había varios Cromlechs. Oteiza los calificó de estatuas vacías, de elementos desocupados, de construcciones espirituales que unen al hombre a su territorio y a su paisaje. Los Cromlechs del pasado marcaban además viejos caminos, balizaban senderos y rutas, determinaban los recorridos.

El artista contemporáneo más afín a este nomadismo es Richard Long.  Su relación con el marco natural es el de alguien que lo recorre, y eso se muestra claramente en algunas de sus obras. Ese es el caso de aquella intervención que le llevo a cruzar a pie de costa a costa Gran Bretaña. Cada jornada cogía una piedra que transportaba hasta cambiarla por otra la jornada siguiente, hasta tirar al mar la última reproduciendo el gesto que le llevó a coger la primera en la costa opuesta. Como el mismo ha expresado en alguna ocasión:

“A veces me siento parte de la tradición de caminante, del nómada. De vez en cuando me parece muy placentero y satisfactorio vivir de manera rudimentaria, reduciendo la vida a unas actividades sencillísimas como caminar durante todo el día.” 

Ver una obra de Richard Long puede reducirse a ver una pieza en un museo, pero cuando se visitan sus obras en el paisaje, lo que se visita es algo más que su propia acción. Se visita la relación de su gesto con la naturaleza. El arte es una forma de enfrentarse, de entender la verdad. Algunas obras de Land Art son la mejor forma de entender la naturaleza y el paisaje. Lo mismo les sucede a algunas arquitecturas. Un buen ejemplo de esta relación entre el arte, el paisaje y la arquitectura esta condensada en la obra del Centro de Innovación Deportiva de Extremadura de José María Sánchez García.

En un emplazamiento privilegiado, situado en una península que avanza sobre el pantano Gabriel y Galán, su forma geométrica pura de anillo, destaca en el paisaje estableciendo una llamativa relación de directa con el entorno próximo y de contraste con las montañas de la sierra que rodean el pantano.

Los usos de investigación, formación y práctica de deportes relacionados con la naturaleza se introducen en una pieza estrecha de doscientos metros de diámetro, cuya fachada de acero, refleja los colores y la luz de las diferentes estaciones y momentos del día, integrándose en el lugar.

El anillo crea una geometría rotunda que se enfrenta a la inmensidad del paisaje, pero por contra en su interior guarda un fragmento de ese mismo territorio. Un espacio que protege y que de nuevo invita a recorrer y pasear, marcando como os Cromlechs las rutas a seguir para entender el lugar.

NOMU _ iñigo garcía odiaga _ publicado originalmente en ZAZPIKA 7K